Todos tenemos momentos difíciles, pero si doblamos nuestras rodillas y buscamos la presencia de Dios, obtenemos el alivio a nuestras penas que solo Él nos puede brindar.
Meditar su palabra y tomar para nosotros las promesas que nos ofrece resulta un bálsamo milagroso para nuestras heridas y más profundas aflicciones.
Obtenemos el favor de Dios cuando buscamos agradarle, él nos ayuda, nos sustenta, si nos sentimos desmayar, él es quien nos fortalece y renueva nuestras fuerzas.
En las Sagradas Escrituras se establece que a todo aquel que cree en Cristo se le promete el perdón de sus pecados y la protección divina.
Dios nos promete ir delante de nosotros, por lo que no debemos temer mal alguno, ya que nunca nos dejara solos, por lo cual debemos rogar por su presencia y llevar una vida con agradecimiento y apegada a sus mandamientos.
Con toda la fe puesta en nuestro Salvador Jesucristo sabemos que solo él nos puede dar el auxilio y socorro que necesitamos en toda angustia y tribulación.