Sabemos que la fidelidad de Dios es infinita para sus hijos, ya que conocemos las grandes maravillas que ha hecho al transformarnos mediante el conocimiento de su palabra.
Tenemos que comprender el inmenso amor de Dios hacia los pecadores, acercarnos confiadamente a mostrar arrepentimiento y experimentar su perdón.
El amor de Dios hacia nosotros es una gracia inmerecida, ya que no necesitamos hacer nada para merecerlo, sin embargo Él nos envió a su Hijo Amado para darnos la salvación.
Reconocer las bondades de Nuestro Amado Padre Celestial y mostrarle nuestro corazón contrito y humillado es lo más apropiado para presentarnos ante su presencia y pedir sus favores.
Cristo ha venido para buscar y salvar lo perdido, por eso debemos dejarnos encontrar, arrepentirnos, alejarnos del pecado y llenarnos de su presencia y su amor infinito.
Jesucristo es nuestro mediador eterno, Él es quien restaura lo perdido, purifica lo impuro y nos invita a la mesa que Dios Padre ha preparado y que tenemos acceso por los méritos de su hijo Jesucristo.