La palabra de Dios establece que nos fue enviado el Espíritu Santo para que sea quien intervenga en todas las situaciones ayudándonos a salir delante de los obstáculos.
Es un privilegio contar con la presencia del espíritu de Dios en nuestra vida, ya que nos da la fortaleza para consolar a los necesitados, así como nosotros hemos sido consolados.
Si clamamos diariamente a nuestro Padre Dios para que su espíritu nos acompañe, podemos tener la seguridad de que contaremos con la protección divina que nos librara de todo peligro.
El Espíritu Santo es quien nos aconseja, nos da valentía, revelación, sabiduría, nos muestra la salvación y nos sella para el día de la redención.
Una vez que somos salvos aceptando a Cristo, pertenecemos a Dios y el Espíritu Santo habita en nuestros corazones para siempre, convirtiéndonos así en Hijos de Dios.
Él es nuestro guía, sin su presencia estaríamos expuestos a caer en errores y tentaciones. Es quien nos conduce en nuestra vida espiritual y produciendo fruto para la honra y gloria de Dios.