Cuando ponemos toda nuestra confianza en Dios y tenemos la plena seguridad de su gran amor y misericordia, nuestra vida se fortalece y encontramos una completa paz.
Amparados bajo la sombra de sus alas con la certeza de su pronto auxilio en las tribulaciones, clamamos cuando estamos en necesidad sabedores que Él nos escucha.
Al buscar constantemente del amor de Dios y tratar de seguir su camino y su voluntad sabemos que contamos con su divina protección y abrigo.
El amor de Dios es tan infinito que cada día recibimos lluvias de bendiciones que incluso en ocasiones por los afanes diarios, no alcanzamos a disfrutarlas plenamente.
El hecho de ver un nuevo día que Dios hizo y le place regalarnos otro aliento de vida, ya es una gran bendición, por eso debemos estar en constante agradecimiento a Nuestro Señor.
Con esa eterna gratitud es reconfortante también compartir los beneficios recibidos y lo podemos hacer dando a conocer el Evangelio de Cristo como está establecido en las Sagradas Escrituras.